viernes, 13 de noviembre de 2009

HISTORIA DE LA GANADERIA





Desde sus orígenes hasta 1963
La ganadería colombiana es un hecho contundente en la realidad económica y social del país. Reconstruir sus orígenes se inscribe más, por lo tanto, en el ejercicio aventura de la novela histórica a partir del desembarco de los huestes conquistadores en el siglo XV.
Es necesario entonces, echar mano aquí y allá de referencias que aparecen esporádicas y "TEXT-JUSTIFY: inter-ideograph; TEXT-ALIGN: justify"> En cuanto a la ganadería colombiana se refiere, habría que parodiar el libro de la creación para afirmar que en principio era la nada. En efecto nuestros antepasados indígenas no conocían el “ganado mayor” el animal el cual tuvieron que enfrentar fue quizás el venado, la danta y el tapir, ninguno de ellos domesticable si no objetivo de caza para proveer alimento y pieles.
Esta es, quizás una de las razones del atraso frente a otras culturas, la domesticación de animales fue uno de los grandes avances tecnológicos de la humanidad, en la medida en que la caza era la principal actividad del hombre prehistórico y, por lo tanto, el tener el alimento asegurado y a la mano, le permitió ir explorando otros campos de actividad.
El ejemplo más cercano está asociado a la presencia de los camélidos andinos en el imperio Inca, en lo que hoy es Perú, Bolivia y Argentina.
Los Incas, que alcanzaron niveles de desarrollo muy superiores al de los chibchas y demás tribus precolombinas, utilizaban intensamente la llama y la alpaca como bestia de carga y de transporte, como proveedor de lana para su industria textil y como animal de carne, la cual comían con gran apetencia. Durante las guerras, las llevaban en lotes al frente para sacrificarlas medida que necesitaban su carne para alimentar la tropa. Era y es a la vez, jumento, oveja y res de matadero, además de animal ceremonial, pues en las fiestas religiosas inmolaban varios cientos de ellas en los templos del imperio, así pues, si nos hemos imaginado el gran susto que se llevaron nuestros aborígenes cuando se toparon con el caballo al que imaginaron como un solo y enorme animal integrado al jinete que lo montaba, cuál no sería su sorpresa cuando desembarcó el primer contingente de importación de vacunos, en los que hoy es Santa Marta, con su andar pesado y sus mugidos profundos, cuál mitológicos y amenazantes minotauros.
Frente a la proeza épica del descubrimiento nos imaginamos a La Pinta, La Niña y La Santa María, como imponentes embarcaciones que surcaban el océano sin dificultades al revisar la historia naval o conocer sus replicas vivas, para constatar que apenas eran algo más que grandes barcazas hacinadas de marineros, incomodas, con mínimas condiciones sanitarias y muy copa capacidad de carga.
Es fácil adivinar entonces, por qué los vacunos no desembarcaron en el primer viaje de Colón.
Fue por ello en el segundo viaje en el año de 1493 cuando se embarcaron becerros y becerras, cerdo y ovejas hacia el destino ya conocido de la isla de la Española, hoy Santo Domingo.
Ello explica la lentitud del proceso de poblamiento ganadero y la tardanza en traer vacunos a tierras colombianas, en el año 1525, la Corona Española, a partir del
primer pie de cría y del mayor número de animales que llegó en el tercer viaje de Colón, decidió fomentar primero la creación de un gran núcleo ganadero en la Española. La importación de ganado no obedecía a ninguna intención de explotación económica, que sí se dio mucho después cuando los Españoles encontraron excelente e inmensas llanuras en el continente, pero sobre todo cuando saciaron su sed de oro y plata que fue su única obsesión durante el primera época de la Conquista.

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